Arrojado un náufrago en la orilla, se durmió de fatiga; mas
no tardó en despertarse, y al ver al mar, le recriminó por seducir a los
hombres con su apanencia tranquila para luego, una vez que los ha embarcado
sobre sus aguas, enfurecerse y hacerles perecer.
-No es a mí sino a los vientos a quienes debes dirigir tus
reproches, amigo mío; porque yo soy tal como me ves ahora! y son los vientos
los que, lanzándose sobre mí de repente, me encrespan y enfurecen.
Nunca hagamos responsable de una injusticia a su ejecutor
cuando actúa por orden de otros, sino a quienes tienen autoridad sobre él.
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